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Introducción al Bendōwa de Eihei Dōgen Zenji
· por Kōhō Watanabe ·
El Bendōwa es una obra de Dōgen Zenji, escrita en 1231, cuando el maestro tenía treinta y dos años. Fue compuesta por Dōgen, al volver a su patria desde China, con el propósito de favorecer la difusión de zazen en Japón. Es, por tanto, un texto de predicación misionera y, al mismo tiempo, es el primer capítulo, en orden cronológico, de la obra en 95 capítulos titulada Shōbōgenzō cuya composición ocupó a Dōgen durante el resto de su vida. En tanto que primera obra de predicación está redactada en un estilo simple, si lo comparamos al de los otros 94 capítulos. En su calidad de libro inicial, sin embargo, contiene los principios fundamentales de la visión sobre zazen de Dōgen Zenji, y no es siempre de fácil comprensión.
Esta que presentamos es la traducción en italiano de la versión en japonés moderno, redactada por mí lo más fielmente posible respecto al texto original escrito alrededor de hace 760 años.
Quiero explicar qué se entiende, en este caso, diciendo versión en japonés moderno fiel al original. Al comienzo del Bendōwa encontramos la palabra Hotoché (Buda). Esta palabra es la misma hoy que hace 760 años. Si usásemos también el término «Buda», tal como es, en la versión en japones moderno, aduciendo como motivo el hecho de que se trata hoy en día de una palabra de uso común, haríamos una tautología, igual que decir que A es A. A pesar de ello, en Japón, donde existe una imagen de «Buda», forjada en la sociedad y en la cultura a través de los siglos, podría ser posible que en algunos casos, incluso dejando la palabra inalterada en la traducción en lengua moderna, se creen los múltiples
significados en ella implícitos. En cambio, allí donde no exista esa base, el término «Buda» no es más que un símbolo. De un símbolo tomado en tanto que tal, incluso si se utiliza millones de veces, no puede nacer un significado vivo. He ahí porqué, ante la perspectiva de una traducción al italiano, he cambiado la palabra «Buda» por la expresión «persona que ha abierto claramente los ojos al verdadero modo de ser de todo». «Buda», de hecho, no es la persona que ha llegado a realizar un concepto, una idea preestablecida, puesta desde el punto de partida como meta y precisamente definida como «Buda», sino que es el término respetuoso con el que se define a la persona que, abiertos los ojos a la verdadera realidad, vive de manera fiel y consecuente aquella misma verdadera realidad a la que ha abierto los ojos. En suma, hemos traducido poniendo en evidencia un aspecto que es el del particular significado
que damos a la palabra «Buda», el significado al cual nosotros estamos íntimamente unidos en tanto que «personas que se dedican concretamente a una conducta de vida» en el momento en que decidimos poner efectivamente en práctica la enseñanza de Śākyamuni.
Por otra parte, la expresión que en el original es Gigiuiūzanmai traducida como «el si mismo vive el si mismo original de modo auténtico» va en la misma dirección. Sin embargo, dado que en los limites de lo posible no he aportado retoques al original, existen algunos puntos de difícil comprensión.
En el Bendōwa encontramos expresiones como «persona que ha abierto los ojos a la realidad tal como es», «si mismo original», «aspecto auténtico». Quisiera introducir la lectura de este escrito precisando
el significado de algunas de estas expresiones que representan el centro mismo de la obra.
Śākyamuni es una persona que existió realmente y que vivió en la India alrededor de 400 años antes de Cristo. Habiendo dejado su casa a la edad de veintinueve años, experimentó el verdadero modo de existir de todo aquello que existe y resolvió el problema central de la vida. Desde la edad de treinta y cinco años predicó, durante cuarenta y cinco años, explicando ese modo de ser verdadero que había adquirido plenamente, finalmente murió a la edad de ochenta años.
En aquella época se dice que existieron sesenta y dos escuelas religiosas que afirmaban la posibilidad de comprender el significado y el valor de la vida por medio de prácticas ascéticas, como arrancarse los pelos de la cabeza uno por uno, o estar siempre derechos sobre una única pierna como hacen las gallinas cuando duermen. Completamente ajena a este tipo de enseñanzas, la predicación de Śākyamuni es llamada con el término general de «budismo».
El budismo, con el paso del tiempo, ha sido ordenado en sentido teórico y se ha desarrollado en numerosas escuelas, sin embargo su fundamento no ha cambiado y, trasmitido desde la India a China y después, desde esta a Japón, ha llegado hasta nuestros días. Quiero explicar brevemente cual es el fundamento de la enseñanza de Śākyamuni.
Comúnmente pensamos que todo aquello que existe, existe independientemente, más allá de la subjetividad que llamamos «yo». Por ejemplo, consideramos que este mundo que comprende todo aquello que existe y que nosotros llamamos «siglo XX» sea preexistente y distinto de eso que llamamos «yo». Creemos que «yo he nacido» quiere decir que «yo» he entrado en este mundo, en esta sociedad; y también pensamos que «yo muero» quiere decir salir de la escena de este mundo. Nosotros, sin fundamento alguno, pensamos habitualmente de ese modo. La enseñanza de Śākyamuni comienza precisamente por el cambio de este modo de pensar.
Si yo estoy ahora junto a otra persona mirando el panorama con sus montes, ríos y tierra, pienso que tanto él como yo estamos observando los mismos montes, los mismos ríos y la misma tierra. Sin embargo en realidad no es así. Yo veo desde mi perspectiva visual, él desde la suya, cada uno en base a la propia capacidad visual, según las condiciones de la luz, según su estado particular de ánimo. En suma, incluso si yo puedo ver el ojo de esa persona que observa las montañas, el río, la tierra, no puedo de ninguna manera ver esas montañas, ese río, esa tierra que él está observando. Por tanto aunque nosotros, uno al lado del otro, observemos como si estuviésemos viendo las mismas montañas, ríos y tierra, en realidad, dado que observamos, mientras las montañas, los ríos la tierra y «yo» que miramos cambian sin parar, nosotros no estamos de ninguna manera observando la misma montaña, el mismo río, la misma tierra.
Yo veo el panorama que es tan solo el mio, él ve el panorama que es tan solo el suyo. Es una abstracción pensar que se observa idénticas montañas, idénticos ríos, la misma tierra.
El pensamiento de origen griego, que idealiza en Venus la belleza femenina, que concibe la idea de círculo a partir de cosas redondas, a pesar de que se defina como «razón universal» es sustancialmente
abstracción, es pensamiento conceptual.
La enseñanza de Śākyamuni, en cambio, no es pensamiento abstracto, conceptual, sino que consiste en ver la realidad en base a mi concreta experiencia de la vida. Brevemente, todo aquello que es debe su su existencia únicamente a la experiencia de este «yo» que ha nacido y vive. Cada cosa vive a causa de esa experiencia así hecha. Por tanto yo que experimento y la realidad son una única cosa.
Intentemos hacer dos ejemplos respecto a aquello que se quiere expresar diciendo «ver la realidad desde la base de mi concreta experiencia de la vida». Quien quiere aprender a tocar el piano, hasta que no esté en condiciones de hacerlo bien, debe esforzarse e ingeniárselas para dominar el movimiento de las manos. En esta fase, más que la música, es importante la voluntad propia de aprender. Sin embargo, practicando poco a poco, cuando nos convertimos en realmente buenos las manos se mueven solas, incluso si prestar particular atención a su movimiento; en un cierto sentido es el piano el que, por medio de una persona, suena por si mismo. El piano y su sonido son uno. Igualmente se dice que, yendo a caballo, cuando se cabalga de verdad, no existe un hombre sobre la silla ni un caballo bajo esta. Mientras yo continúo en cualquier caso siendo yo hasta el fondo y el caballo es el caballo, respiramos la misma «respiración». En ese momento no se puede distinguir si soy yo el que monta el caballo o si es el caballo el que me lleva a mí. Simplemente los tres aspectos: yo, el caballo, cabalgar, aparecen como un único conjunto. Este modo de ser lleno de la vida de la totalidad es llamado «forma verdadera» o, simplemente, «vida». La fuerza vital entendida así no está limitada a mí, al caballo, solo a las cosas vivientes. También un avión que vuela es esta fuerza vital. El hombre ha inventado y construido el automóvil, pero la fuerza explosiva de la gasolina que lo hace moverse no es algo que ha sido pensado y construido por el hombre. Es la fuerza de la vida de la naturaleza.
Así pues el movimiento de los planetas, la existencia del número inmenso de galaxias todo es la única fuerza vital. También el ser que vive claramente el si mismo original, manifiesta transparentemente la energía de la vida de la totalidad precisamente tal como es. En la naturaleza inmensa la fuerza de la vida que consiste en nubes que son a la manera de las nubes, en lluvia que es a la manera de la lluvia, en nieve que es a la manera de la nieve, todo es uno con «yo vivo ahora». La forma verdadera, la vida de este «ser como se es», que es animada como hecho real por el nuestro ponerla en práctica aquí en este momento, es el «yo» que vive el si mismo original auténticamente, y es por otra parte «todo» lo que existe como si mismo, que realiza concretamente la vida.
Por tanto, dado que la vida que yo vivo como también la vida de la misma naturaleza son un única fuerza vital, queriendo usar palabras más simples para decir que el si mismo vive el si mismo auténtico, se puede decir que la vida es la vida, y para decirlo se usa a propósito la palabra «vida». No se puede decir otra cosa que «cada cosa se hace a si misma».
Este modo de ser es el modo fundamental mismo, sin embargo nosotros habitualmente medimos cada cosa con la conciencia de nuestro yo individual y orientamos nuestro comportamiento para obtener satisfacción. Esta es la base de visión subjetiva. Pensando que esta visión subjetiva sea yo en el sentido común, lo expresamos por medio de las palabras.
Utilizando esta forma de expresión con la convicción de haber descubierto un modo de pensar valido para mí, para ti, para la mayor parte de las personas, se ha originado el llamado mundo del saber que,
desarrollándose, incluso ha producido las actuales ciencias naturales. Las ciencias naturales no se limitan a un discernimiento individualista o a una simple búsqueda de satisfacción personal, sino que buscan cual sería el beneficio común a los hombres en general. La civilización científica, que ha progresado en base a este tipo de acumulación, está tal vez en condiciones de resolver cualquier problema del hombre en el ámbito que tiene que ver con el ser vivo, pero no puede resolver el problema de mi muerte. De hecho la vida no comporta tan solo los seres vivos, sino también el morir.
Fundamento de la enseñanza de Śākyamuni es pensar la vida propia a partir de que ciertamente se muere.
Es importante vivir comenzando antes que nada por la tranquila aceptación de la muerte. Lo que no quiere decir pensar en el mundo después de la muerte, quiere decir la vida tras haber aclarado la muerte. Esta es la actitud vital fundamental del hombre armonizado al ritmo de la vida que es nacer, vivir, morir. Śākyamuni, dirigiéndose a sus discípulos, inmediatamente antes de morir les recomendó usar tras su muerte, como lámpara a la que remitirse, la «realidad» (la verdadera vida que forma todo aquello que existe), recomendó hacer del «si mismo» la propia lámpara a la que referirse. Usar la realidad así entendida como lámpara no quiere decir hacer de esta un ente absoluto y trascendente, como se define a Dios, un objeto de fe. Ni rezar por la gracia, ni obedecer los mandamientos.
En suma, Śākyamuni ha impedido que se hiciese de él mismo el objeto de la fe. Por otra parte, enseñando a utilizarse a «si mismo» como lámpara, ha indicado la dirección en la que buscar la verdad volviéndose hacia si mismos, en vez de buscar la luz en otra parte. Esto significa que Śākyamuni ha negado también cualquier autoridad en tanto que objetos de fe a los escritos que tratan de la divinidad e incluso a los textos sagrados que han anotado las palabras y los actos de Śākyamuni mismo.
Esto expuesto hasta aquí es la actitud fundamental de la que partió al comienzo Śākyamuni. El mismo, iluminando el si mismo con la luz de la realidad, iluminando la realidad con la luz del si mismo, ha recorrido el camino que pasa a través de la experiencia vital de la «realidad» y del «si mismo», y en base a ese recorrido efectivamente vivido se ha convertido en «el hombre que ha abierto los ojos completamente a la verdadera realidad de cada cosa». Abrir los ojos al verdadero modo de ser de la «realidad» tiene el significado de auténtica consciencia del «si mismo», y esta auténtica consciencia del «si mismo» tiene el significado de verdadero modo de ser de la «realidad». Por tanto, desde el primer instante, junto a la «práctica» es fundamental, para abrir los ojos al modo de ser del todo, la «sabiduría» que conoce claramente tal como es el modo de ser de cada cosa. Śākyamuni que ha abierto de tal forma la vía, habiendo impedido explícitamente hacer de él mismo un objeto de fe, ha pedido a sus discípulos recorrer el mismo camino en la misma dirección para buscar conocerse a si mismo hasta el fondo, de manera que entreabrieran dentro de si el modo de ser verdadero.
El hombre se pregunta dónde está yendo, qué cosa es el hombre mismo, dónde se encuentra el lugar del propio fundamento estable, que es la verdadera naturaleza auténtica de si mismo. Śākyamuni dirigiéndose a nosotros plantea estos interrogantes.
Bien, ¿nosotros con qué instrumento, de qué modo respondemos? Ahí está zazen.
Kōhō Watanabe
(discípulo en el Dharma de Kōshō Uchiyama)
Génova, mayo de 1989
Descargar el Bendōwa traducido por Kōhō Watanabe haciendo clic en el enlace (PDF 37 hojas).
Traducción del italiano al español: Roberto Poveda.
