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El grito de Baso a Hyakujō

Una vez, cuando Hyakujō Ekai (en chino Baizhang Huaihai) y su maestro Baso Dōitsu (en chino Mazu Daoyi) iban dando un paseo, pasó volando un pato salvaje. Baso preguntó: «¿Qué es eso?» Hyakujō contestó: «Un pato salvaje». «¿A dónde ha ido?», preguntó Baso. Hyakujō contestó: «Se ha ido». En aquel momento Baso retorció violentamente la nariz de Hyakujō, Hyakujō gritó de dolor. «Allí», dijo Baso, «¿a dónde puede ir?».

El efecto de este chocante tratamiento fue que Hyakujō quedó de pronto iluminado. Al día siguiente fue a rendir homenaje a Baso y, cuando regresaba a su habitación, comenzó a llorar estrepitosamente. Un monje le preguntó qué ocurría y Hyakujō le dijo que preguntase a Baso. Cuando el monje lo hizo, Baso le respondió: «Pregúntale a Hyakujō». El monje quedó perplejo y volvió a preguntar a Hyakujō lo que pasaba. Esta vez Hyakujō se rió a carcajadas. El monje no lograba entender nada de todo este asunto, y al quejarse de ello Hyakujō le contestó: «Hace un rato lloraba; y ahora me río». Y se marchó riéndose aún más estrepitosamente. La corriente de presión interna largo tiempo encerrada se estaba liberando. Cuando uno obtiene el kenshō, esta descarga de presión interna puede durar hasta tres días. Es como un fuego forestal incontrolable.

Hyakujō estudió Zen con su maestro durante veinte años más. Cuando maduró y se disponía a mezclarse en el mundo como hombre del Zen se acercó a Baso para ofrecer el tributo de despedida al maestro. Viéndole venir, Baso levantó el hossu (una especie de bastón, la punta del cual va adornada con pelo largo y blanco), poniéndolo derecho. Hyakujō dijo: «¿Lo está usted usando o está usted aparte del uso?» Baso dejó el hossu en una esquina de la silla. Después de un momento preguntó a Hyakujō: «De ahora en adelante ¿cómo abres esas dos hojas de tu boca para trabajar por los demás?» Al oír esto Hyakujō cogió el hossu y lo levantó poniéndolo recto. Baso dijo: «¿Lo estás usando o estás aparte del uso?» Hyakujō dejó el hossu en una esquina de la silla. Justo en aquel momento, un gran rugido, como cientos de truenos cayendo, llovió sobre la cabeza de Hyakujō. El texto dice que Baso dio el grito con todo su poder y que Hyakujō quedó sordo durante tres días. No sólo durante tres días; durante su vida entera la enseñanza de Baso debió resonar en los oídos de Hyakujō, silenciando cualquier otro sonido.

Un refrán zen dice que «si tu comprensión es la misma que la de tu maestro, le quitas a él la mitad de su valor; cuando tu comprensión sobrepase la de tu maestro eres digno de sucederle». Hacer lo mismo que hace el maestro conducirá tan sólo a una decadencia de la enseñanza.

Créditos: Véase Libros Recomendados «Zazen» (Katsuki Sekida).

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El grito de Baso a Hyakujō