El joven Rinzai llevaba ya tres años practicando bajo su maestro Zen Ōbaku, pero aún no había acudido nunca al dokusan. Un día el monje encargado de la supervisión le preguntó por qué no iba a ver al maestro Zen. A esto respondió Rinzai: «¿Qué le voy a decir?» El monje le respondió: «¿Por qué no le preguntas cuál es el sentido de la ley del Buda?»
Rinzai, pues, fue y le hizo exactamente esta pregunta. Entonces Ōbaku le propició un fuerte golpe con el bastón. Rinzai, naturalmente, quedó muy defraudado, fue al monje supervisor y le contó lo que había ocurrido. Este le animó a que fuera por segunda vez. Rinzai fue y recibió la misma «contestación». Pero, así y todo, el monje le aconsejó volver por tercera vez. Rinzai así lo hizo, pero le pasó lo mismo que las veces anteriores. Entonces se desanimó completamente y siguiendo el consejo de Ōbaku, fue a ver al maestro Daigu. Cuando terminó de contarle su mala suerte, el maestro contestó sorprendido: «Ōbaku, igual que una viejecita, ha sido tan bueno y amable contigo que podrían saltarle a uno las lágrimas de emoción. ¡Y tú vienes aquí a preguntarme qué has hecho mal!» En este momentó Rinzai alcanzó la iluminación y exclamó: «La ley búdica de Ōbaku no vale nada». Entonces el maestro Daigu agarró a Rinzai, pero en el mismo momento Rinzai empezó a propinarle varios golpes en las costillas. Ante esto, el maestro Daigu le soltó asustado y dijo: «Tu maestro es Ōbaku, yo he terminado contigo».
Rinzai volvió, pues, a su primer maestro. Éste le recibió diciendo: «Ese tipo viene y se va, y ahora vuelve a estar aquí. A ver cuándo va a tener conocimiento».
Ōbaku: «¿Dónde has estado?»
Rinzai: «Con el maestro Daigu».
Ōbaku: «¿Cómo te fue con el maestro Daigu?
Rinzai entonces contó detenidamente todo cuanto había pasado.
A esto dijo Ōbaku: «¡Oh, ese viejo charlatán de Daigu! La próxima vez que vuelva por aquí le daré una bofetada».
Rinzai respondió rápidamente: «¿Para qué esperar a que venga? Yo le doy una ahora mismo». Y, diciéndolo, propinó una bofetada bien sonora al maestro Ōbaku.
Ōbaku: «¡Fanfarrón! ¡Golfo! ¡Cómo te atreves a acariciar la melena del tigre!»
Rinzai: «¡Katsu!» -esta palabra aquí no tiene ningún significado, sino que es una manifestación de todo cuanto Rinzai sentía en este momento. Rinzai profirió aquí por primera vez este katsu. Posteriormente recurriá a él en cualquier situación, sobre todo cuando reprendía a sus discípulos. Lo que era el bastón para Ōbaku, eso era para Rinzai el katsu, que se conoce en el Zen generalmente por el katsu de Rinzai.
Después de esto Ōbaku parece haber dicho, disimulando con dificultad su alegría: «¿No hay nadie que lleve a este fanfarrón a la sala de Zen?» En plena posesión de la gran iluminación y desbordante de alegría Rinzai, que antes había estado desesperado, asestó al maestro Daigu unos golpes en las costillas y al maestro Ōbaku una bofetada. Eso es un ejemplo de lucha con el maestro Zen por la fuerza de la ley búdica. Por tanto no hay que entenderlo como un comportamiento que falta al respeto y al agradecimiento hacia el maestro o como un insulto. Bien entendida, la expresión japonesa de esta lucha con el maestro Zen significa que el discípulo está totalmente repleto de la ley de Buda merced a la iluminación, y que ahora en realidad no lucha el discípulo, sino la ley búdica en él. Así lo concibe también el maestro Zen, y por eso no se siente ofendido, sino lleno de alegría por la iluminación de su discípulo, al que ahora reconoce como igual.
Créditos: Véase Libros Recomendados «Zen y Mística Cristiana» H.M. Enomiya-Lassalle.